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Talleres de Memoria Social

“Bendito alimento del bosque

Temprano en la mañana con mi padre yo salía con muchas ganas y animo todo el día en el cerro

Las callampas son un recurso para sustentar una familia en un momento de dificultad

Ojala estas tradiciones perduraran en el tiempo

Las penas se pasan al caminar en los bosques

Para mí las callampas es mi fuente de generar recursos pero más que todo es mi libertad”

La semana pasada conversábamos con las señoras de los bosques, las que sonríen pese a haber perdido sus casas hace 6 meses, las recolectoras de diversidad de hongos que se encuentran entre los árboles y senderos de los bosques aledaños a sus localidades y cultivan árboles nativos para reforestar, las de dedos verdes que hacen que todo vuelva a crecer. Son 13 mujeres de las localidades de Santa Olga, Alto los Moran y Los Aromos, compartimos la mesa, caminamos por los senderos entre los árboles, nos cuentan sus historias y su relación con su entorno. En estas conversaciones nos describen la tradición de la recolección, de la herencia familiar de esta práctica, de las caminatas en grupo por los bosques húmedos en búsqueda de este extraño fruto del bosque.

Les preguntamos si habían tenido alguna capacitación desde el Estado desde que habitan estas tierras. Respondieron que nada relacionado con la recolección, tal vez alguna con respecto al plan de manejo pero nada que aportara realmente al fortalecimiento de su trabajo y sus condiciones de vida. Una recordaba que habían tenido cursos de confección para hacer centros de mesa o manteles. La misma política pública añeja que mantiene a las personas “vulnerables”, en la precariedad y el desconocimiento. En la sensación de ser ignorante y sin riquezas. Con la entrega de un conocimiento que no se relaciona con ellos por lo tanto que no invita a conocer sino más bien desconoce lo existente. Que se replica de igual forma desde las poblaciones de Santiago hasta la ruralidad sureña sin diferenciar y reflexionar en la identidad y necesidades propias de las comunidades donde se aplican estas políticas.

Es evidente que la política social o las iniciativas financiadas por el Estado deberían construirse hacia el reconocimiento de los saberes locales, de las riquezas que ahí existen. Para derrocar la dependencia a las transnacionales, al monopolio extractivo de recursos de un solo tipo y de la desigual distribución de los recursos que entrega el bosque. En estas semanas de indagación es notoria la necesidad de reconocer el poder que tiene cada localidad y persona que radica en sus conocimientos históricamente adquiridos. Este es el campo de acción para resembrar esas tierras, reconstruir Santa Olga y tal vez cada una de las localidades que viven en situaciones de desigualdad u abandono en Chile pero que no han sufrido un incendio para que se las ubique en el mapa de las grandes fundaciones y de las histerias colectivas por arreglar la situación que nos demuestra la desigualdad oculta que escondemos debajo de las cenizas de un pueblo quemado o bajo el polvo de pueblos olvidados.

La mayoría de los habitantes de Santa Olga o de los poblados de cruce empedrado son oriundos de Panguipulli, cercano a Valdivia. Erradicados de uno u otro modo por la contra reforma agraria impulsada por la dictadura militar en sus primeros años de gobierno, fueron expropiadas sus tierras adquiridas con la reforma agraria en los gobiernos anteriores de Salvador Allende o Eduardo Frei Montalva, tuvieron que agarrar sus cosas y dejar todo atrás para iniciar un nuevo camino en otra parte, en búsqueda de nuevas oportunidades labores, Panguipulli y sus alrededores sufrió con la violencia política y la destrucción de un sueño comunitario. Hoy Panguipulli mantiene sus hermosos paisajes, rodeado de grandes casas de veraneo de políticos y grandes empresarios, sus antiguos habitantes, viven en Santa Olga o alrededores, rodeados del monocultivo del pino, abandonaron sus caballos, sus bueyes, sus bosques nativos y su lago para buscar un futuro mejor en una tierra desconocida, en mediaguas una al lado de la otra entre montes con plantaciones de pino y árboles nativos que aun existían en estos sectores. Las personas con quienes trabajamos actualmente fueron desplazadas para asentarse en el pueblo sin ley –como le decían en Constitución a Santa Olga-, pueblo que poco a poco paso de ser un pueblo de obreros forestales a un pueblo de familias que con sudor comenzaron a darle forma a un nuevo territorio donde tuvieron que acomodar sus sueños y empezaron a armar un hogar. En Panguipulli estaba el sueño de la cooperativa forestal fundada en 1970 con el nombre de Complejo Forestal y Maderero Panguipulli, a Santa Olga llegaron como apatronados de grandes empresarios o transnacionales.

Pero el tiempo pasó y de a poco fueron redescubriendo el bosque acordándose de los antiguos saberes de sus ancestros, de sus orígenes, y retomaron la extracción de callampas que ha entregado más recursos a las familias que la extracción del pino. Recordar que por un día de trabajo un obrero Santa Olga y Los maderero recibe 12 mil pesos. En un día de trabajo buscando hongos se podían generar hasta 100 mil pesos para un grupo familiar. Muchas familias lograron adquirir autos y otros enseres con la venta de este rico producto que no genera daño ecológico alguno. Sin contar además que es un recurso que extraen principalmente las mujeres y los niños, un trabajo familiar y colectivo que significa menos esfuerzo físico y que genera una relación de pares con el bosque. Entonces cabe preguntarse ¿Por qué no se invirtió en el desarrollo de cooperativas de callamperas? ¿Por qué el Estado sigue solo incentivando la plantación de mono cultivos entregando enormes subsidios para ambiciosos que dan trabajo precarizado? ¿Es solo una casualidad o es una planificación consensuada entre los poderosos que se encuentran en sus grandes casas de veraneo en Panguipulli el que genera tamaña insensatez en el desarrollo de las políticas públicas? ¿Querrán tenerlos dominados y dormidos para que no recuerden lo poderosos que son, los saberes que tienen, los orígenes de donde provienen? No vaya a ser que durante la noche, vuelvan a soñar con su lago, con sus bueyes, sus árboles nativos, y recuerden que las tierras donde están las mansiones de veraneo de quienes creen ser poderosos les pertenecieron a sus ancestros, a los abuelos, padres, madres, hijos y nietos del bosque.

Talleres de Memoria Social

Alto los Moran, Junio 2017.


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